Los 7 Mayores Traidores de la Historia

Lo supe Aquii
Los 7 Mayores Traidores de la Historia
Conoce en saber divertido, sobre los 7 mayores traidores que registra la historia. Faltan, es cierto, faltan muchos, pero ya vendra el momento de que sus nombres se vuelvan conocido, de quienes supieron hacer de la tracion el pasaje para convertirse en una sombra oscura de la Historia.

"Es fácil esquivar la lanza, mas no el puñal oculto". Así es la traición: imprevisible, premeditada y antigua como el mundo; más vieja todavía que este proverbio chino. Aún peor, con frecuencia es ejecutada por la mano de quien menos se espera. Por ese motivo, es sencillo explicar cómo ni el precavido emperador Claudio previo las venenosas intenciones de su mujer Agripina, ni cómo ésta concibió que su propio hijo, Nerón, pudiera terminar con su vida. Pero por la deslealtad, esa gran musa de Shakespeare y Dumas, se paga un precio muy alto.

La historia es un verdugo inmisericorde que condena al traidor por los siglos de los siglos. De nada sirve que durante el resto de su vida haya sido un ejemplo de rectitud, leal hasta el fanatismo, o que sus actos tengan una justificación moral. No hay redención posible para los que han quebrantado su fidelidad. Aun así, y aunque los adictos a la traición se cuentan por miles, una especie de lotería histórica hizo que algunos, como Cayo Julio César -que traicionó impunemente a la República- o Talleyrand -quien llegó a afirmar con cierto cinismo que “la traición es sólo una cuestión de tiempo"-, hayan sido considerados grandes hombres de Estado. Otros no tuvieron tanta suerte y sus “gestas", con motivo o sin él, pasaron a formar parte de la cara más siniestra de la historia. Y es que, en algunas ocasiones, la frontera entre el heroísmo y la traición es difusa.

Conoce los mas grandes traidores de la Historia


1 MARCO JUNIO BRUTO El hijo más fiel de Roma. (Roma, 15 de marzo de 44 a. de C.)



Padre de la patria, dictator perpetuus, jefe militar, pontifex maximus... En el año 45 a. de C., el victorioso Cayo Julio César acumulaba demasiado poder. Por lo menos así pensaban sus enemigos, quienes veían con recelo cómo el que ya era de hecho el hombre más poderoso del mundo ejercía en la práctica como un monarca. No obstante, un grupo de conjurados fieles a la República se alió para poner fin a su vida.

Era el 15 de marzo del año 44 a. de C., un día que, desde el principio, no auguraba nada bueno para César. Calpurnia, mujer del afamado dictador, había tenido un sueño premonitorio bastante siniestro, pero no logró disuadir a su marido, que se dirigió al Senado aún cuando tenía en la cabeza la profètica advertencia de una vidente: “Cuídate de los idus (quince) de marzo”. Allí, varios senadores encabezados por el general Cayo Casio y por Marco Junio Bruto, el más famoso de los magnicidas, apuñalaron hasta la muerte a César, del que se decía que era descendiente de Venus.

Según parece, Bruto, que había perdido a su padre siendo un niño, fue adoptado por el filósofo Catón de Utica. Quizá influenciado por las ideas de éste, un firme defensor de la República, o quizá inspirado por su pretendido antepasado L. Junio Bruto, que derrocó la monarquía en el año 509 a. de C., Marco Junio se convirtió en un adalid de las libertades republicanas y apoyó a Pompeyo en la guerra civil que sostenía con Julio César. Después de la victoria de este último en Farsalia, en 48 a. de C., Bruto fue perdonado y quedó bajo la protección de César, que le adjudicó el gobierno de la Galia Cisalpina y lo propuso como pretor de Roma. Aun asi, Bruto no dudó en sumarse a la conspiración que acabaría con la vida del dictador. El complot, que logró un éxito parcial, obligó a Bruto a dejar Roma y a huir a Macedonia, donde reclutó un ejército para continuar luchando por la República.

Marco Junio logró un primer triunfo en la batalla de Filipos, pero su ejército fue derrotado por Marco Antonio y Octavio, quien más tarde se convertiría en el primer emperador. Luego de este desastre, Bruto se suicidó y Octavio no dudó en cortarle la cabeza para enviarla a Roma y colocarla a los pies de una estatua de Julio César.

2 JUDAS ISCARIOTE La traición no compensa (Palestina, siglo I)



Al entregar a Jesucristo, Judas, el duodécimo apóstol, se convirtió automáticamente en uno de los grandes condenados de la historia. Sin embargo, de él apenas conocemos los escasos datos que recogen los textos sagrados. Parece probable que procediera de una ciudad de Judea llamada Karioth o Queriot. Así lo indica su apelativo, Iscariote, un término derivado de la expresión ish queriyot, que podría traducirse como de Queriot.

Lo único realmente cierto, y lo más significativo, es que nunca se lo menciona sin alguna referencia a su traición. Consistió en que Judas, después de haber pactado recibir una cantidad por su colaboración, condujo a un grupo de soldados de los sumos sacerdotes hasta el lugar donde sabía que se encontrarían Jesús y sus discípulos.

San Mateo indica la cantidad que iba a recibir por sus servicios -30 monedas de plata- y también hace referencia a su posterior arrepentimiento, pero los evangelistas no se ponen de acuerdo si el traidor actuó por propia iniciativa o si, como recalcan San Lucas y San Juan, fue instigado por Satanás. De una u otra forma, hasta el mayor de los desleales tiene quien lo defienda, y a Judas no le faltan abogados. La secta gnóstica de los cainitas sostenía que, en realidad, Judas estaba inspirado por Dios. Según esta creencia, la traición ocurrió para que la humanidad pudiera ser redimida por la muerte de Cristo. Por esta razón, los cainitas consideran el suceso digno de veneración. Otra postura en defensa de Judas sugiere que éste tenía en mente que Jesucristo iba a convertirse en rey, no celestial, sino temporal. Pensaba que, al detenerlo, el pueblo se alzaría y lo colocaría en el trono más rápidamente, pero se arrepintió en el acto luego de descubrir que sería condenado a muerte.

Por su parte, el escritor Mario Brelich, en su novela La ceremonia de la traición, señala que con las 30 famosas monedas “el traidor sólo hubiera podido comprar 33 gramos de ungüento de nardo”. Demasiado riesgo para un mal negocio. Peor aún. Según este mismo autor, no hay móvil que explique la traición de Judas. Éste se limita a indicar a los sacerdotes que capturen a un hombre que ya pensaban apresar, a una hora y en un lugar que cualquier espía podría averiguar con facilidad. Brelich afirma que el acto de Judas es de tal insignificancia que resulta inexplicable o, en todo caso, se trata del acto más memorable e innecesario de la historia.

Culpable o no, bien suicidándose preso del remordimiento, bien -como señala alguna hipótesis- víctima de una venganza, Judas apenas vivió para contarlo.

3 BELLIDO DOLFOS Un caso de estrategia (Zamora, 7 de octubre de 1072)



A la ciudad de Zamora, la bien cercada, el sobrenombre no le quedaba grande. Durante la Edad Media, sus imponentes murallas la habían convertido en una fortaleza inexpugnable. Quizá eso mismo debió parecerle a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, que en vano trató de asaltarla durante el famoso cerco al que la urbe fue sometida en 1072 y al que, como no podía ser de otra forma, puso fin un traidor.

En aquella época, las relaciones entre Sancho, rey de Castilla, y su hermano Alfonso, de León, distaran de ser cordiales. Este último, sin embargo, llevaba las de perder. Alfonso fue apresado y exiliado en Toledo, pero los nobles leoneses, que no aceptaban como rey al castellano, se atrincheraron en Zamora. La ciudad, regida por Urraca, hermana mayor de ambos monarcas, fue cercada en mayo de 1072.

Algunos defensores no soportaron los meses de asedio y las acometidas del Cid, a las órdenes de Sancho, y desertaron. Entre los caballeros “traidores” se encontraba Bellido Dolfos. De él sólo sabemos el nombre y que posiblemente era de origen gallego. Pero este insidioso resultó ser muy útil a los intereses del bando leonés.

De alguna forma, Bellido supo ganarse la confianza del rey castellano y lo invitó a ver un lugar desde donde podría tomar la ciudad. Ni los guardias, ni el Cid, que persiguió al traidor en su huida hasta los muros de Zamora, impidieron que Bellido aprovechara aquel momento para herir de muerte al monarca. El efecto fue devastador: los castellanos, desmoralizados, se retiraron.

No se sabe qué fue de Bellido, pero, según la tradición, con su deslealtad se vengó del rey Sancho, responsable de la muerte de su familia años antes. Se cree que Bellido Dolfos fue ejecutado, pero lo cierto es que esta traición sirvió para que Alfonso fuera de nuevo coronado rey y, luego de jurar que no había tenido nada que ver con la muerte de su hermano -una escena que da inicio al Cantar de Mío Cid-, se hiciera asimismo con el trono de Castilla.

4 PAUSANIAS El precio de la ambición (Esparta, 470 a. de C.)



Después de la batalla de Platea, en 479 a. de C., el general espartano Pausanias era, junto al estadista ateniense Temístocles, la personalidad más célebre del momento y uno de los grandes héroes griegos. Sin embargo, la placentera y disoluta vida de los sátrapas persas consiguió hacerle más daño que todas las armas de sus enemigos y así el victorioso caudillo pasó también a la historia como uno de los mayores traidores.

Durante la segunda gqerra médica, la región helena del Atica había sido devastada por los ejércitos de Persia, comandados por Mardonio. Sin embargo, Pausanias, que había salido a su encuentro al frente de un gran ejército griego confederado, terminó derrotándolo estrepitosamente en Platea. De esta forma, las tropas griegas no sólo consiguieron rechazar a sus tradicionales enemigos persas, que huyeron dejando detrás de sí un enorme botín, sino que se abrieron camino hacia Asia Menor.

Pero no hubo descanso para Pausanias. El general continuó con su campaña y en el año 478 a. de C. lograba una gran victoria al conquistar Bizancio.

La ambición y el fausto de los que hacía públicamente gala Pausanlas, deslumbrado por la pompa de la corte, desagradaron enormemente a los griegos. Comenzó a rumorearse que el “héroe” había entrado en contacto con Jerjes, el Gran Rey persa, y que le había llegado a pedir la mano de una de sus hijas. Se decía, incluso, que habían llegado a un acuerdo: si le permitía gobernar como uno de sus favoritos, haría de toda Grecia un estado vasallo del persa.

Alarmados ante estos rumores, los éforos espartanos, que tenían poderes sobre los órganos del gobierno, llamaron al victorioso general de vuelta a Esparta, donde fue procesado.

Pausanias logró salir absuelto de esta primera causa y regresó a Bizancio. Allí, rodeado de lujos, se instauró como un tirano, una situación que no podía permitir la Liga de Délos, comandada por Atenas.

En 470 a. de C. Pausanias fue desalojado del poder, pero logró huir. Por entonces, los rumores de que el antiguo héroe había hecho amistad con los persas y que su próximo objetivo era hacerse con el poder de Esparta se habían extendido y los éforos mandaron llamarlo nuevamente. Esta vez iba a ser acusado de enemigo del Estado.

En realidad, los éforos no tenían pruebas de su traición, pero presentaron dos cartas que parecían comprometerlo. La primera, escrita supuestamente por Pausanias, estaba dirigida al rey persa, pero era falsa. La segunda, esta vez auténtica, había sido remitida a Pausanias desde la corte de Persia. El general, acusado de alta traición, logró escapar y se refugió en el templo de Atenea, que fue totalmente clausurado para impedir su huida. Poco después, el héroe de Platea moría de hambre.

5 MORDRED Un traidor de leyenda (Gran Bretaña, siglos V-VI)



Si damos crédito al monje galés Nennius, un jefe militar llamado Arturo o Artús encabezó, a fines del siglo V y principios del VI, la resistencia contra los invasores anglosajones que pretendían apoderarse de Gran Bretaña. Nennius, que escribió su Historia de los bretones en el año 826, da cuenta de hasta 12 batallas en las que Arturo batió a sus enemigos. En una de ellas, se afirma incluso que él solo acabó con 960 guerreros.

De esta forma, no es extraño que con el tiempo la historia de Arturo se convirtiera en leyenda y que sus aventuras fueran enriquecidas con un sinfín de nuevos personajes y gestas. Pero ni los mitos escapan al largo brazo de la traición, y Arturo la vivió en carne propia por partida doble.

Casi 150 años después de Nennius, los Annales Cambriae -un manuscrito del siglo X- señalan que en el año 537 tuvo lugar la “Batalla de Camlann, en la que cayeron Arturo y Medraut”.

Precisamente, el tiempo iba a convertir a este enigmático personaje en la mano ejecutora de una de las traiciones que más tema ha dado a la literatura y que, en suma, iba a terminar con el legendario trono de Camelot.

En 1139, el obispo Geoffrey de Monmouth, versado en las tradiciones locales y en los mitos escandinavos y celtas, agregó nuevos detalles a la obra de Nennius. De hecho, dos de los 12 tomos que integran su colosal Historia de los reyes de Inglaterra están dedicados a Arturo. En ellos aparece por primera vez el mago Merlín, el rapto de la reina Ginebra y, ¡cómo no!, la traición de Mordred, sobrino e hijo ilegítimo de Arturo y de su hermanastra Morgana, al que se identifica con aquel Medraut.

Con el paso de los siglos, la leyenda de Arturo ganó en complejidad y las versiones sobre el desarrollo y el desenlace de los acontecimientos se diversificaron enormemente. En la mayoría de ellas, Mordred, que había crecido odiando a su padre, urde un complot para quedarse con el trono. Su traición, sin embargo, terminó con los dos. Luego de enfrentarse en la batalla de Camlann, ambos se dieron muerte.

Pero no fue la única traición a la que se enfrentó Arturo. La leyenda -al menos una de ellas- afirma que su hermanastra Morgana reveló los amores que mantenían Ginebra, esposa del rey, y su amigo y primer caballero Lanzarote. De una forma o de otra, lo que sí parece claro es que Mordred es el gran villano del mito artúrico. Pero como sucede con frecuencia, no todos opinan igual. La versión escocesa de la historia lo considera un héroe que luchó en favor de Escocia después de haber sido agraviado por un rey inglés.

6 GALEAZZO CIANO La familia no perdona (Italia, 11 de enero de 1944)



Mussolini no hizo nada para salvar la vida de su yerno, Galeazzo Ciano, aun cuando su hija intentó impedir por todos los medios que lo fusilaran. Quizá el Duce pensaba que Ciano pagaba así un precio justo por su traición, sin saber que él mismo sería liquidado por los partisanos poco tiempo después, o tal vez no quiso involucrarse en un asunto que complicaba aún más el difícil momento que vivía.

Galeazzo Ciano, conde de Cortellazzo, conocía bastante bien las tramas de la política internacional. Después de estudiar la carrera diplomática, había estado destinado en Buenos Aires, Río de Janeiro y Shanghai. Más tarde fue nombrado jefe del departamento de prensa de Mussolini, subsecretario de estado para prensa y propaganda y, en 1936, ministro de Asuntos Exteriores. Precisamente, desde este cargo impulsó el acercamiento a Alemania, con la que firmó el Pacto de Acero.

Sin embargo, toda su preparación no le sirvió para imaginar la magnitud del conflicto que los nazis iban a desencadenar. Así, aunque al principio secundó la política del Duce, la ofensiva de Hitler, que había actuado sin contar con los italianos, lo hizo recapacitar. De hecho, logró que Mussolini se decantara por una actitud de “no beligerancia”. Pero no pudo oponerse a que Italia entrara en la guerra.

En el Gran Consejo Fascista de 1943, Ciano, que se había casado con Edda, hija del Duce, se mostró en contra de los proyectos de su suegro. Llegó incluso a apoyar su destitución y a señalar que la deslealtad alemana legitimaba que Italia firmara una paz por separado. Sin suponerlo, había firmado así su sentencia de muerte.

Después de la caída del gobierno fascista, Ciano se refugió inútilmente en Alemania. Acusado de traición, fue entregado a las autoridades de la nueva República Socialista de Italia, títere de los nazis, y fusilado el 11 de enero de 1944.

La condena se basó en que con su voto en el Gran Consejo intentó privar al Duce de la dirección de la guerra y eliminar el fascismo. Según la defensa, el Gran Consejo estaba facultado para pronunciarse así, por lo que la acusación de traición no era válida. Edda solicitó clemencia a Mussolini, pero éste se negó a otorgarla. Oficialmente no llegó hasta él ninguna petición de gracia. Los alemanes querían un escarmiento ejemplar

7 GANELON Una historia hecha canción (España, 15 de agosto de 778)



La canción de Roldán es uno de los ejemplos más ilustrativos de cómo el paso de los años y un ejército de trovadores pueden convertir una humillante derrota en un heroico episodio. Por supuesto, el revés sufrido por los vencidos solo se explica por la participación de un traidor. En esta ocasión, el malo de turno es Ganelón.

En 778, Carlomagno dirigió una expedición contra el norte de la Península Ibérica, dominada por los musulmanes. Después de tomar Pamplona, el emperador asedió la plaza fuerte de Zaragoza. Sin embargo, una rebelión en Sajonia obligó al monarca a retirarse a Francia a través del desfiladero de Roncesvalles. Allí, un grupo de vascones, eliminó la retaguardia de su ejército, comandada por Roldán, prefecto de Bretaña. La leyenda, más abundante en detalles, cuenta cómo Marsil, emir de Zaragoza, quiere acordar la rendición con Carlomagno, que pide voluntarios para negociar. Eso sí, deja fuera a los más valientes, que deben permanecer con él. Roldán propone entonces a su suegro, Ganelón, como representante. A éste la situación no le hace gracia y, resentido, decide pactar con el enemigo. La traición está servida. Luego de la emboscada en Roncesvalles, Carlomagno escucha la llamada de la trompa de Roldán y regresa, pero es demasiado tarde. Aun así, derrota al emir y a sus aliados.

En el Cantar, Ganelón se declara inocente de traición, ya que “desafió a Roldán ante todos”. Hasta 30 parientes abogan por él e incluso los barones creen que debe absolvérselo. Pero el caballero Thierry está dispuesto a sostener con su espada que Ganelón merece la muerte. Y después de batir al campeón del bando opuesto -pues Dios está de su parte- los defensores de Ganelón son colgados. El tormento que le espera al traidor es terrible: será descuartizado por cuatro corceles. No en vano dice el Cantar: “Ganelón ha muerto como un verdadero traidor. Quien ha traicionado, no es justo que se vanaglorie”.

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2 comentarios

  1. Buena lista y muy ameno el artículo. Se debería añadir también a Herminio, a pesar de ser germano, en realidad traicionó a Roma en el momento adecuado para volver con su pueblo y ganar la famosa batalla de Teutoburgo: El desastre de Varo, la batalla del Bosque de Teutoburgo
    1. Gracias por tu comentario y si, tienes razón, en un proximo post, lo tendre en cuenta. Saludos
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